La voz del interior-
El Instante encendido... microrelatos secretos...
La voz del interior-
"Historias para espiar" teatros en miniatura
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El Instante encendido... microrelatos secretos...
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"Historias para espiar" teatros en miniatura
La voz del interior-
Un debut a la medida del Teuc
Por Beatriz Molinari
“Los vientos de Gitana”
Calificación: Exelente
Idea original, textos y música original de Marcos Luc.
Dirección: Rodrigo Fonseca.
Directora vocal: Viviana Pozzebón.
Intérpretes: Yanina Pérez, Laura Ferro, Lucía Di Mauro y Marcos Luc.
Sala: Subsuelo del Pabellón Argentina.
Los habitantes del Pueblo de Gitana descubrirán el enigma que les cambió la vida.
La voz del interior - seccion espectáculos - Sabado 22 de noviembre 2008
Por Beatriz Molinari
El Elenco de Títeres de la UNC comienza esta noche a volar
"Los vientos de Gitana", de Marcos Luc, es el título elegido para el debut en el subsuelo del Pabellón Argentina de la UNC. L a obra se estrenará hoy a las 20, con entrada gratuita.
La voz del interior - seccion espectáculos - miercoles 19 de marzo 2008
Por Celina Alberto
La Universidad hace teatro
Se eligieron las obras y directores para los nuevos elencos de teatro y de títeres de la UNC.
La Voz del Interior - Sección Espectáculos-Domingo 2 de setiembre de 2007
Por Beatriz Molinari
A Mano Nómades, independientes, creativos. Ser titiritero es el oficio que da vida a los objetos. Miguel Oyarzún, Lucía Di Mauro y Roberto Espina, tres generaciones unidas por la misma pasión.
Roberto Espina dirigió a Miguel Oyarzún (El Chonchón) en la versión de sus tres obras breves. El espectáculo se llamó Tresespinas. Roberto se metió a hacer títeres con la ayuda de Héctor Di Mauro en la década de 1960. Lucía Di Mauro, es nieta de Héctor y su discípula. La dirigió Miguel Oyarzún en ¿Pero qué has visto? ¡Habrase visto! Los títeres mueven la vida de los tres, con dosis y efectos diferentes.En la casa de Roberto, el anfitrión y Miguel charlan cerca del fogón encendido, sobre la época en que se conocieron. Fue en 1986 en Santa Fe, en un festival.
Había entonces una multiplicación del quehacer que permitió que sus caminos se cruzaran. Miguel llevaba años en el arte de los títeres, desde la infancia en Concepción, Chile.
Lo cuenta así: “Nosotros (con mis hermanos) éramos monaguillos sin frontera.
Había muerto mi padre; yo tenía 11 años y nos metieron en la iglesia de enfrente para mitigar aquello. Los chicos más grandes andaban con un teatrito de títeres y preparaban la gran función. No nos dejaban entrar porque se ensayaba en secreto. Cuando llegó el gran día, yo estaba en primera fila.
Cuando se abrió la cortinita, tuve la sensación de que quería que terminara rápido porque me quería escapar a casa a hacer títeres. Iba retrocediendo.
Incluso, iba pensando en un tocadiscos que había desarmado mi viejo. Me acordaba de que había quedado el marco. Ésa era la boca del teatro. Después me puse con las medias, puse los dedos así”. Y fue el principio para Miguel.
Roberto empezó porque se animó. “Descubrimos el universo de los títeres, viajando. Aquí en Córdoba con los Di Mauro fue el primer contacto con ese universo. 10 años después, me hice titiritero por culpa de Di Mauro y recorrí el país”. Roberto cuenta la extraña situación que vivió con un director de cultura de Buenos Aires, en los 60. Le propuso hacer títeres en las plazas: “Títeres de aquí y de acullá” se llamó el proyecto. El funcionario le hizo un cheque y Roberto pensó: “Está loco”. Espantado llamó a Héctor para que le diera una mano porque tenía la idea, sin elenco. Ejecutivo, con una agenda enorme y ordenada, Héctor lo ayudó a juntar una veintena de grupos en el país. Roberto enumera y va mirándose los dedos: un puñado para ese panorama austero. ¡Ni pensar en teatro de títeres para adultos!
“Vi que era una herramienta fantástica para un demagogo. Los chicos entran como locos; nada produce tanta acción de hormonas y neuronas. Cuando hacía pantomima, les decía a los titiriteros: ‘Ustedes tienen suerte y ventaja. Con la pantomima hay que estar 15 minutos tratando de agarrar el público. Es el poder del títere”, dice. Eso lo llevó a reflexionar sobre una cosa que juzga tan absurda como que el titiritero le tiene envidia al títere. “Es evidente en las últimas tendencias actuales, con el muñeco en segundo plano, con el titiritero a la vista, queriendo ser protagonista. El títere es eso: uno no existe. Es él, el que existe y tiene la magia. El titiritero tiene celos de esa magia”, comenta. Miguel acota: “El actor tiene celos”. Ocurre con la gente que ha hecho mucho teatro y empieza a mover los títeres, cosa que pasa por supervivencia, dada la economía de recursos. “Todos con la cara a la vista ¡Qué falta de ubicación! ¡Quiero ver el muñeco!”, insiste Roberto.Lucía Di Mauro no tiene recuerdos de la primera vez que vio títeres. “La gente no se acuerda la primera vez que vio televisión o leyó un libro. Para mí era un juego más, como saltar a la piola. Fue muy natural que mis abuelos fueran titiriteros. Me di cuenta de que no era común, de más grande. Donde iba, las maestras me hablaban de mi abuelo. Y tampoco tuve que soportar lo que soportan los hijos de los titiriteros. No les perdí el respeto ni les descubrí el secreto”, dice Lucía, nieta de Héctor Di Mauro y Raquel Venturini.
Lucía eligió a Héctor y a Miguel, como maestros. “Miguel es capaz de transmitir lo que sabe. Es solidario”, comenta. Su abuelo la ubicó en el camino el día le dijo que lo llamara cuando se decidiera a hacer títeres en serio.
“Fue como aprender a hablar. Nadie se recibe de titiritero. Además, el alumno elige el maestro. Héctor me transmitió su sentido de hacer títeres. Con él descubrí la dimensión política, profesional y el disciplinamiento. Me atrajo del títere que puede decir lo que se le antoja. Si alguien se enoja, se enoja con un objeto”, explica Lucía.Sentir, animar. Oyarzún hizo teatro. Después trasladó esa técnica al títere. Cuenta que el director los retaba y decía: “¿Qué son ustedes? ¿Como los títeres de Miguel? “Achacaba que el títere no servía para nada. Lo decía en joda, y en serio”. Roberto recuerda que Cunill Cabanellas lo veía como un género despreciable. “El actor no tenía que vincularse con el titiritero. Es como avergonzarse del pariente pobre. Los viejos titiriteros eran saltimbanquis; los actores después quisieron ser caballeros y despegarse de eso”.
Ahora Roberto está reflexionando sobre el quehacer, se ubica en este tiempo que nos toca vivir. “Ando incursionando en la oralidad, en la vida de la palabra que se hace en el relato vivo. Es emocionante porque está ligado a la mitología, a fuentes muy poderosas. Ahora estamos en un período de liquidación de la palabra, en todo sentido. Es viable entregarse a la memoria y exponer vivencias, historias, en un universo de fantasía. Vivo convencido de que es más cierto y más real aquello que queda como relato de fantasía, que lo cotidiano mismo. Para él, algo perdura y se convierte en leyenda. Eso que se convirtió en leyenda tiene una fuerza interior que no tiene lo cotidiano. “Cuando dejo de sentir, las cosas se vacían. ¿Qué es el oficio de titiritero? Dar sentido a un objeto, animarlo. La animación es dar sentido y ése es el oficio.
En tanto, para Lucía, la cosa está en buscar el gesto por el cual el títere clava ‘la mirada’ en alguien del público. Y ya está.Producción fotográfica: Marcela Marbián y Sebastián Salguero
La Voz del Interior - Sección espectaculos - 28 de abril 2006
Por beatriz Molinari
Títeres contra la discriminación
El Grupo de Lucía Di Mauro y Yanina Pérez propone un cuento de Amado.Lucía Di Mauro y Yanina Pérez (Teatro Piedra Libre) sostienen con sus manos una obra de títeres para adultos, ampliando así el horizonte de publico para el teatro de muñecos.
Por Beatriz Molinari
A Mano Nómades, independientes, creativos. Ser titiritero es el oficio que da vida a los objetos. Miguel Oyarzún, Lucía Di Mauro y Roberto Espina, tres generaciones unidas por la misma pasión.
Roberto Espina dirigió a Miguel Oyarzún (El Chonchón) en la versión de sus tres obras breves. El espectáculo se llamó Tresespinas. Roberto se metió a hacer títeres con la ayuda de Héctor Di Mauro en la década de 1960. Lucía Di Mauro, es nieta de Héctor y su discípula. La dirigió Miguel Oyarzún en ¿Pero qué has visto? ¡Habrase visto! Los títeres mueven la vida de los tres, con dosis y efectos diferentes.En la casa de Roberto, el anfitrión y Miguel charlan cerca del fogón encendido, sobre la época en que se conocieron. Fue en 1986 en Santa Fe, en un festival.
Había entonces una multiplicación del quehacer que permitió que sus caminos se cruzaran. Miguel llevaba años en el arte de los títeres, desde la infancia en Concepción, Chile.
Lo cuenta así: “Nosotros (con mis hermanos) éramos monaguillos sin frontera.
Había muerto mi padre; yo tenía 11 años y nos metieron en la iglesia de enfrente para mitigar aquello. Los chicos más grandes andaban con un teatrito de títeres y preparaban la gran función. No nos dejaban entrar porque se ensayaba en secreto. Cuando llegó el gran día, yo estaba en primera fila.
Cuando se abrió la cortinita, tuve la sensación de que quería que terminara rápido porque me quería escapar a casa a hacer títeres. Iba retrocediendo.
Incluso, iba pensando en un tocadiscos que había desarmado mi viejo. Me acordaba de que había quedado el marco. Ésa era la boca del teatro. Después me puse con las medias, puse los dedos así”. Y fue el principio para Miguel.
Roberto empezó porque se animó. “Descubrimos el universo de los títeres, viajando. Aquí en Córdoba con los Di Mauro fue el primer contacto con ese universo. 10 años después, me hice titiritero por culpa de Di Mauro y recorrí el país”. Roberto cuenta la extraña situación que vivió con un director de cultura de Buenos Aires, en los 60. Le propuso hacer títeres en las plazas: “Títeres de aquí y de acullá” se llamó el proyecto. El funcionario le hizo un cheque y Roberto pensó: “Está loco”. Espantado llamó a Héctor para que le diera una mano porque tenía la idea, sin elenco. Ejecutivo, con una agenda enorme y ordenada, Héctor lo ayudó a juntar una veintena de grupos en el país. Roberto enumera y va mirándose los dedos: un puñado para ese panorama austero. ¡Ni pensar en teatro de títeres para adultos!
“Vi que era una herramienta fantástica para un demagogo. Los chicos entran como locos; nada produce tanta acción de hormonas y neuronas. Cuando hacía pantomima, les decía a los titiriteros: ‘Ustedes tienen suerte y ventaja. Con la pantomima hay que estar 15 minutos tratando de agarrar el público. Es el poder del títere”, dice. Eso lo llevó a reflexionar sobre una cosa que juzga tan absurda como que el titiritero le tiene envidia al títere. “Es evidente en las últimas tendencias actuales, con el muñeco en segundo plano, con el titiritero a la vista, queriendo ser protagonista. El títere es eso: uno no existe. Es él, el que existe y tiene la magia. El titiritero tiene celos de esa magia”, comenta. Miguel acota: “El actor tiene celos”. Ocurre con la gente que ha hecho mucho teatro y empieza a mover los títeres, cosa que pasa por supervivencia, dada la economía de recursos. “Todos con la cara a la vista ¡Qué falta de ubicación! ¡Quiero ver el muñeco!”, insiste Roberto.Lucía Di Mauro no tiene recuerdos de la primera vez que vio títeres. “La gente no se acuerda la primera vez que vio televisión o leyó un libro. Para mí era un juego más, como saltar a la piola. Fue muy natural que mis abuelos fueran titiriteros. Me di cuenta de que no era común, de más grande. Donde iba, las maestras me hablaban de mi abuelo. Y tampoco tuve que soportar lo que soportan los hijos de los titiriteros. No les perdí el respeto ni les descubrí el secreto”, dice Lucía, nieta de Héctor Di Mauro y Raquel Venturini.
Lucía eligió a Héctor y a Miguel, como maestros. “Miguel es capaz de transmitir lo que sabe. Es solidario”, comenta. Su abuelo la ubicó en el camino el día le dijo que lo llamara cuando se decidiera a hacer títeres en serio.
“Fue como aprender a hablar. Nadie se recibe de titiritero. Además, el alumno elige el maestro. Héctor me transmitió su sentido de hacer títeres. Con él descubrí la dimensión política, profesional y el disciplinamiento. Me atrajo del títere que puede decir lo que se le antoja. Si alguien se enoja, se enoja con un objeto”, explica Lucía.Sentir, animar. Oyarzún hizo teatro. Después trasladó esa técnica al títere. Cuenta que el director los retaba y decía: “¿Qué son ustedes? ¿Como los títeres de Miguel? “Achacaba que el títere no servía para nada. Lo decía en joda, y en serio”. Roberto recuerda que Cunill Cabanellas lo veía como un género despreciable. “El actor no tenía que vincularse con el titiritero. Es como avergonzarse del pariente pobre. Los viejos titiriteros eran saltimbanquis; los actores después quisieron ser caballeros y despegarse de eso”.
Ahora Roberto está reflexionando sobre el quehacer, se ubica en este tiempo que nos toca vivir. “Ando incursionando en la oralidad, en la vida de la palabra que se hace en el relato vivo. Es emocionante porque está ligado a la mitología, a fuentes muy poderosas. Ahora estamos en un período de liquidación de la palabra, en todo sentido. Es viable entregarse a la memoria y exponer vivencias, historias, en un universo de fantasía. Vivo convencido de que es más cierto y más real aquello que queda como relato de fantasía, que lo cotidiano mismo. Para él, algo perdura y se convierte en leyenda. Eso que se convirtió en leyenda tiene una fuerza interior que no tiene lo cotidiano. “Cuando dejo de sentir, las cosas se vacían. ¿Qué es el oficio de titiritero? Dar sentido a un objeto, animarlo. La animación es dar sentido y ése es el oficio.
En tanto, para Lucía, la cosa está en buscar el gesto por el cual el títere clava ‘la mirada’ en alguien del público. Y ya está.Producción fotográfica: Marcela Marbián y Sebastián Salguero
La Voz del Interior - Sección espectaculos - 28 de abril 2006
Por beatriz Molinari
Títeres contra la discriminación
El Grupo de Lucía Di Mauro y Yanina Pérez propone un cuento de Amado.Lucía Di Mauro y Yanina Pérez (Teatro Piedra Libre) sostienen con sus manos una obra de títeres para adultos, ampliando así el horizonte de publico para el teatro de muñecos.
Revista AQUÍ - Sección Cultura - Abril 2006Títeres para adultos en la ChacaritaEl Teatro Piedra Libre presenta para público adulto, la obra ¿Pero que has visto?... ¡Habrase visto!, basada en un cuento de Jorge Amado que trata sobre la intolerancia y la autonomía de los seres humanos.
Las actrices y manipuladoras Lucía Di Mauro y Yanina Pérez, dirigidas por Miguel Oyarzún del Teatro El Chonchón, se largaron con Jorge Amado y títeres para adultos.
¿Pero que has visto?...¡Habrase visto! Es la adaptación del cuento El gato Manchado y la Golondrina Sinhá: una historia de amor, escrita por Jorge Amado, como regalo de cumpleaños para su hijo de un año, cuando vivían en el exilio en Francia.
Nunca se publicó y solo 20 años después se editó. La historia cuenta la relación de amor entre un gato vagabundo y una bella golondrina, un amor imposible que suscita la intolerancia de sus pares y las instituciones.
En la puesta en escena para adultos del Teatro Piedra Libre, cada uno de los animales representa una institución, un pilar social y las intransigencias que a veces sopesan desde allí. Sin dudas los chicos se ganaron el privilegio de disfrutar delos títeres y ese mundo de lo posible donde la imaginación no tiene limites.
Pero, no hay titiritero que no se proponga el desafío de trabajar para el público adulto y así fue como Lucía Di Mauro (nieta de legendario y maestro titiritero Héctor Di Mauro) y Yanina Pérez, buscaron el camino para llegar desde el retablo a loa mayores de edad, con una problemática universal y desde la poesía.
La marca Di Mauro
"A cierta edad los títeres me aburrían profundamente, entonces decidí estudiar Ciencias de la Educación, a mitad de la carrera sentí que no era desde ese lugar académico donde se podían generar cambios y volví al arte, me forme con el grupo de mi abuelo La Pareja, y sin renegar de la "escuela Di Mauro", con Miguel Oyarzún del Chonchón logramos romper con la convención instituida por Héctor en los retablos", explica Lucía, quién lleva un apellido que la enorgullece, pero también puede pesar por su trayectoria y mandato.
Su compañera de escena Yanina Pérez, al igual que Lucía, tiene 25 años y está terminando la Licenciatura en Teatro de la UNC y trata de ensamblar esos dos mundos separados del teatro y los títeres en la vida cotidiana de los hacedores.
"Pareciera que el titiritero tiene menos exigencia de formación, no hay escuelas para estas técnicas y la universidad no lo abarca, al igual que la danza. Desde la formación teatral, uno puede lograr profundizar el dialogo de los muñecos", dice Yanina, aún maravillada por la posibilidad que los títeres de girar en el vacío, porque todo se puede con la manipulación.
Así, las trayectorias de estas jóvenes actrices-manipuladoras que hace cuatro años conformaron el grupo Teatro Piedra Libre y que el año pasado organizaron junto al Centro Cultural Compay Segundo, el ciclo de Títeres para adultos Kabezas en manO, del cual participaron elencos de Córdoba y abrieron un espacio para pensar el arte dramático de los muñecos también para los grandes.
Por lo pronto, seguirán con sus funciones todos los domingos de mayo en La Chacarita; luego, en junio participarán en un Festival en Buenos Aires, en julio estarán en el Festival de Invierno acá en Córdoba y, con viento a favor, en septiembre / octubre viajarán al Festival de Títeres de Venezuela. Todo un sueño, para estas dos amigas actrices-titiriteras que dieron sus primeros pasos en el arte dramático con Jorge Montenegro en la escuela Garzón Agulla.
Puesta ExquisitaTíteres de guante, el mas popular y tradicional muñeco argentino, usado por manipuladores que hicieron historia en este arte: Javier Villafañe, Mané Bernardo y los hermanos Di Mauro. En tiempo de vértigo visual y pura tecnología, uno se pregunta: ¿Cómo un par de títeres de guante puede atrapar el público? La respuesta se da por respeto a la disciplina y eso es lo que logra la puesta en escena de ¿Pero que has visto?... ¡Habrase visto!, en la cual cada muñeco (confeccionados por Marrote en fuga) es una obra plástica, de fina expresión, con trajes sencillos como puntillosos. La manipulación acompañada de diálogos claros, música a base de cuerdas y piano, el paso de las estaciones del año marcadas por un par de graciosos gorriones (los narradores omniscientes de la historia), el claro cambio de voces de los personajes en cuestión, hacen de esta propuesta una puesta exquisita de este alegato en contra de la intolerancia y a favor de la autonomía y los derechos individuales.
Las funciones son todos los domingos de abril y mayo a las 21 en el teatro La Chacarita.
Jacinto Ríos 1449, Bº Pueyrredón.-
Comercio y Justicia - Suplemento Cultural "Ciudad Despierta" - 15 de Septiembre 2005Por Juan Manuel Stahli
Lo Imposible como Bandera
Teatro Piedra Libre estrenó el viernes anterior su obra de títeres para adultos ¡Habrase Visto!, inspirada en un texto del escritor brasilero Jorge Amado. Cerrando el ciclo Kabezas en manO, habrá dos funciones este fin de semana.
El grupo Teatro Piedra Libre, que integran Lucía Di Mauro y Yanina Pérez, presenta un relato que recorre las contradicciones del amor, los limites de nuestras costumbres atrasadas, lo instituido de las instituciones. Una historia que va creciendo con el paso de los meses, las estaciones del clima; y las uniones prohibidas, siempre ciertas.¡Habrase Visto! Un gato desubicado, manchado y feo –simpático como todo feo- queriéndose enamorar de una golondrina parda, sensual y ordinaria como una golondrina.
¡Habrase Visto! Como puede suceder una cosa así, en este mundo animal tan sabio siempre ejemplar. Pelos con plumas, patas con alas, gatos con golondrinas; reverendos con dobles discursos. ¡Habrase Visto! Cerca de una hora de ir y venir de la risa a la congoja, de lo absurdo de la ficción a lo absurdo de la realidad, rozando el triste heroicismo de la melancolía.
¡Habrase Visto! Sueños desnudos bajo la luz de la luna, siempre lejos y cerca como el amor que se extraña; el imposible encuentro de quien, solo, mira la luna y se hace el amor.
Un párrafo aparte merece la elección de la música, que logra llenar de sentido los silencios y transmite la tensión a cada momento. Folclore latinoamericano, de grupos como los Jaivas, etc.Las funciones se repiten este fin de semana. El viernes alas 20, gratis, en el marco de la presentación del numero 5 de la revista Sociodisea INECIP, junto a la muestra de pinturas del artista Cooye Simmons. Y el sábado a las 22, con entrada a 3 pesos. En el Centro Cultural Compay Segundo, Ayacucho 526.
¡Habrase Visto! Como puede suceder una cosa así, en este mundo animal tan sabio siempre ejemplar. Pelos con plumas, patas con alas, gatos con golondrinas; reverendos con dobles discursos. ¡Habrase Visto! Cerca de una hora de ir y venir de la risa a la congoja, de lo absurdo de la ficción a lo absurdo de la realidad, rozando el triste heroicismo de la melancolía.
¡Habrase Visto! Sueños desnudos bajo la luz de la luna, siempre lejos y cerca como el amor que se extraña; el imposible encuentro de quien, solo, mira la luna y se hace el amor.
Un párrafo aparte merece la elección de la música, que logra llenar de sentido los silencios y transmite la tensión a cada momento. Folclore latinoamericano, de grupos como los Jaivas, etc.Las funciones se repiten este fin de semana. El viernes alas 20, gratis, en el marco de la presentación del numero 5 de la revista Sociodisea INECIP, junto a la muestra de pinturas del artista Cooye Simmons. Y el sábado a las 22, con entrada a 3 pesos. En el Centro Cultural Compay Segundo, Ayacucho 526.
Publicado en Revista "El Ancla"Por Castrillo Cecilia, Di Giorgi Natalia, Gauna Romina
Pido GanchoUn muchacho de unos pocos años reparte estampitas de un santo manoseado. Una niña con uñas carcomidas espera sentada en el cordón de la vereda. ¿Dónde quedaron sus sueños? ¿En qué huella se perdieron sus pasos? ¿Estarán escondidos en una sonrisa incompleta? ¿O detrás de unos ojos que necesitan esperanza?
Sus miradas piden a gritos una tregua, un huequito por el que colarse y "ser", simplemente ser, niños.
En Villa Libertador cuentan que hay una rendija por la que se escapan sueños, risas y alguna esperanza tímida. Es la Casa del Pueblo, la casa de Juan.
Desde principio de año, Juan Lencina abre las puertas de su hogar todos los días. Sus habitaciones se convierten en comedor comunitario, en sala de apoyo escolar, en lugar de reunión y de charla, en mate cocido; se transforman en todo lo que sus vecinos quieran.
Basta con querer hacer cosas, para que sus ventanas se abran.
Desde su casa nace todo un trabajo de barrio, un trabajo en el que los pequeños son el foco de los esfuerzos. Entre todos van construyendo realidades y van generando cambios concretos. Lucía Di Mauro lleva su teatrito debajo del brazo. Duerme con un títere prendido del pie izquierdo y un bicho palo escondido en su pelo. Hace unos meses, junto con Yanina Pérez, regalan ventanitas por las que se ve otro mundo, el mundo posible, el mundo imaginado.
El primer día de primavera, las titiriteras entregaron sus personajes al viento. Los chicos encontraron sus miradas con el arte y la expresión; y la necesidad de ser comenzó a escaparse por entre sus dedos.
Así nació la idea de hacer un taller de títeres en Villa Libertador, como un espacio para que esa necesidad se hiciera arte, se hiciera títere, voz y movimiento.
En esta casita, expresaron todas sus ganas de hacer algo con sus manos. Fueron felices por una tarde; y la vida les regaló un ratito para sentir que son importantes.
Lucía señala que "los títeres para los chicos significan diversión, participación y creación".
Se comunican por medio del juego, y en esta oportunidad "vieron la posibilidad de manejar los muñecos, de moverlos y darles vida; hablar a través de ellos y de la imaginación."
El entusiasmo y la motivación que paseaban por los rincones del barrio desbordaron todas sus expectativas. La emotividad saltaba y los encendía. Esas tardes eran sólo de ellos, los que siempre quedan al margen de los gobiernos y de los proyectos de país que se construyen desde arriba.
"Vos le ves la cara y le ves la necesidad. Es un derecho de los chicos poder disfrutar estas cosas; es mi deber hacerme cargo. ¿Quién se hace cargo sino?".
"Cuando vi su emoción y su entusiasmo, y cuando vi su euforia, me di cuenta de que no podía quedar todo ahí; había que ir más allá". Así, ahora "La Casa del Pueblo" y "Piedra Libre" están organizando algo más planificado en donde la solidaridad sea el eje principal, un nuevo taller que haga renacer esa imaginación y esa esperanza tan apagadas. El lema es "solidaridad", y el objetivo es la libertad: "ser libres de decir y hacer, deshacer y maldecir como mejor nos plazca".
Paso a paso van construyendo una idea de futuro que se piensa desde abajo, desde las manos del verdadero pueblo, del que siente, del que lucha y sobrevive. Es un compromiso, ¿quién se hace cargo sino?
Los pies locos vienen corriendo, tocan la puerta de Juan y dicen "¡Casa!"... y son intocables, están a salvo.
La cultura duerme en sus pasos, la cultura anida en sus manos, la cultura estalla en sus risas. Despierta y se despereza. Mientras, sus sueños dicen "Pido gancho, el que me toca es un chancho".
En Villa Libertador cuentan que hay una rendija por la que se escapan sueños, risas y alguna esperanza tímida. Es la Casa del Pueblo, la casa de Juan.
Desde principio de año, Juan Lencina abre las puertas de su hogar todos los días. Sus habitaciones se convierten en comedor comunitario, en sala de apoyo escolar, en lugar de reunión y de charla, en mate cocido; se transforman en todo lo que sus vecinos quieran.
Basta con querer hacer cosas, para que sus ventanas se abran.
Desde su casa nace todo un trabajo de barrio, un trabajo en el que los pequeños son el foco de los esfuerzos. Entre todos van construyendo realidades y van generando cambios concretos. Lucía Di Mauro lleva su teatrito debajo del brazo. Duerme con un títere prendido del pie izquierdo y un bicho palo escondido en su pelo. Hace unos meses, junto con Yanina Pérez, regalan ventanitas por las que se ve otro mundo, el mundo posible, el mundo imaginado.
El primer día de primavera, las titiriteras entregaron sus personajes al viento. Los chicos encontraron sus miradas con el arte y la expresión; y la necesidad de ser comenzó a escaparse por entre sus dedos.
Así nació la idea de hacer un taller de títeres en Villa Libertador, como un espacio para que esa necesidad se hiciera arte, se hiciera títere, voz y movimiento.
En esta casita, expresaron todas sus ganas de hacer algo con sus manos. Fueron felices por una tarde; y la vida les regaló un ratito para sentir que son importantes.
Lucía señala que "los títeres para los chicos significan diversión, participación y creación".
Se comunican por medio del juego, y en esta oportunidad "vieron la posibilidad de manejar los muñecos, de moverlos y darles vida; hablar a través de ellos y de la imaginación."
El entusiasmo y la motivación que paseaban por los rincones del barrio desbordaron todas sus expectativas. La emotividad saltaba y los encendía. Esas tardes eran sólo de ellos, los que siempre quedan al margen de los gobiernos y de los proyectos de país que se construyen desde arriba.
"Vos le ves la cara y le ves la necesidad. Es un derecho de los chicos poder disfrutar estas cosas; es mi deber hacerme cargo. ¿Quién se hace cargo sino?".
"Cuando vi su emoción y su entusiasmo, y cuando vi su euforia, me di cuenta de que no podía quedar todo ahí; había que ir más allá". Así, ahora "La Casa del Pueblo" y "Piedra Libre" están organizando algo más planificado en donde la solidaridad sea el eje principal, un nuevo taller que haga renacer esa imaginación y esa esperanza tan apagadas. El lema es "solidaridad", y el objetivo es la libertad: "ser libres de decir y hacer, deshacer y maldecir como mejor nos plazca".
Paso a paso van construyendo una idea de futuro que se piensa desde abajo, desde las manos del verdadero pueblo, del que siente, del que lucha y sobrevive. Es un compromiso, ¿quién se hace cargo sino?
Los pies locos vienen corriendo, tocan la puerta de Juan y dicen "¡Casa!"... y son intocables, están a salvo.
La cultura duerme en sus pasos, la cultura anida en sus manos, la cultura estalla en sus risas. Despierta y se despereza. Mientras, sus sueños dicen "Pido gancho, el que me toca es un chancho".
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